Es difícil de imaginar una manada de elefantes vadeando las cañadas pampeanas y irrumpiendo en los pajonales, pero, hace menos de diez mil años, éste sería una acontecimiento muy común.
Si bien no eran idénticos a los elefantes que hoy habitan Asia y África, eran parientes cercanos y su rol ecológico era equivalente. Como ellos, también pertenecían a la familia de los gomfotéridos.
El Stegomastodon fue el mastodonte característico del Pleistoceno argentino. Tenía el aspecto y el tamaño semejantes a los elefantes actuales, pero sus molares eran distintos, tenían dos series longitudinales de remates cónicos. Los incisivos superiores eran de crecimiento continuos y formaban sus características defensas; al igual que en el elefante, éstas eran rectas o levemente arqueadas. Estos mastodontes sólo tenían defensas en la mandíbula superior, pero existieron otros que las poseían en las dos mandíbulas.
Desde antes de la conquista española se tenía noticias de hallazgos de huesos fósiles de mastodontes. Los mismos eran atribuidos a gigantes. Por ejemplo, los habitantes cercanos a un rico yacimiento de Tarija, Bolivia, creían que antiguamente había existido allí una tribu de gigantes guerreros y destructores.
En 1806, Cuvier describió y nombró por primera vez a los mastodontes sudamericanos, pero ya en el siglo XVII se habían hecho los primeros hallazgos. Fue en 1766, en Arrecifes, a orillas del arroyo Luna, donde se hallaron unos voluminosos huesos. Éstos llamaron mucho la atención a las autoridades de la época, tal es así que el gobernador envió a una “comisión de cirujanos y notarios” para que investigaran lo que se suponía eran “dos sepulturas” de “gigantes racionales”.
Estos restos de “gigantes” fueron enviados a España donde dieron cuenta que no pertenecían a seres racionales sino a algún animal parecido al elefante. Salvo el tamaño, la estructura de algunos huesos de las extremidades del elefante tienen la forma parecida al de los humanos.
Este fue el primer hallazgo de un fósil en tierras argentinas que halla quedado documentado.
Los proboscídeos se originaron durante el Eoceno en el norte de África, de allí se dispersaron por Eurasia, de donde pasaron a América del Norte, entrando en América del Sur durante el Gran Intercambio Faunístico Americano, se dispersaron ampliamente desde el Plioceno Tardío hasta el límite Pleistoceno-Holoceno. En Junín se ha hallado una hemimandíbula con un molar de Stegomastodon, el género característico del Lujanense.
Molar hallado en Junín durante la canalización del Río Salado, marzo 2004